lunes, 25 de abril de 2011

El Apocalipsis, versión cristiana del mito astrológico universal.


Los mitos cristianos y judíos proceden de los que crearon los
Magos seguidores de Zoroastro. En esa religión se estipulan dos principios: el principio del bien y de la luz, Oromaz y el de la oscuridad o del mal, Ahriman. Ambos están embarcados en una lucha por el control del mundo con sus huestes de genios, duendes o Ángeles. Finalmente debe triunfar el bien y cada uno regresara a su reino. Entonces no habrá más hambre ni miserias en el mundo, donde reinará la felicidad y la paz, será el reino de la Luz, de Ormuz. Esta es la fabula teológica que universalmente se reproduce en todas las religiones



El libro del Apocalipsis expresa esta idea teológica con todo detalle. Lo primero que debemos observar es la insistencia en el uso de dos números el siete y el doce, que significan la división planetaria y zodiacal del mundo. Es la base del sistema astrológico con el que se expresa el destino del mundo. En este libro el numero siete se repite veinticuatro veces (dos veces doce) y el numero doce otras catorce veces (dos veces siete).



El sistema planetario esta claramente expresado en las siete ramas, lo siete brazos del candelabros, las siete estrellas que están en la mano del genio divino, príncipe de la luz similar al Ormuz de los persas. Es a partir de esas siete estrellas que la “Luz Increada” se difunde a partir de un foco central, el sol. Por esta razón a Juan se le aparece un ángel de luz, un genio divino que le desvelara los misterios celestiales. El candelabro que preside el altar del templo de Jerusalén tiene siete brazos, cada uno representa un planeta, el central es el sol como estaba así representado en la cosmogonía geocéntrica de los antiguos. Ese templo tiene siete estancias, Dios nos observa con siete ojos, los siete cuernos del cordero (Aries) son siete espíritus divinos. En todos los monumentos de Mhitras aparecen las siete estrellas representando los siete planetas o espíritus divinos. Esta misma idea esta en las siete iglesias, de las cuales la primera es la de Efeso, o los siete planetas, de los que el primero es la Luna o Diana.



La siguiente representación es la del cielo dividido en cuatro secciones representados con un León, un Toro, un Hombre (un aguador) y un Águila. A las estrellas que indican se les llama estrellas reales. Los siete planetas son vistos por el autor del Apocalipsis como siete puertas, y vislumbra una puerta abierta en lo alto (que completa los ocho cielos), con una escalera por la que es invitado a ascender, es decir a descubrir los misterios de la astrología con los que podrá desvelar el futuro.



La descripción del mundo se concreta así circularmente, con Dios en su centro, y las cuatro secciones del cielo distribuidas uniformemente, el círculo se divide entonces en veinticuatro partes, las horas, o ancianos del tiempo. A estas horas si las tomamos de seis en seis se les llama “alas “. Así, cada animal con el que divide el cielo de las estrellas fijas tiene seis alas. Estos son los Querubines de Ezequiel, igual que los caldeos o los sirios llamaban el “Cielo de los Querubines”.



Al cielo así representado se le llama Libro del Destino del Mundo, sellado con siete sellos (los siete planetas) cuya apertura realizara “el cordero” (el signo de Aries o primer signo del zodiaco). En las antiguas dionisiacas de Nonnus también el libro del destino (libro de las siete tabletas) esta cerrado con siete tablas, con el nombre de un planeta cada una de ellas. En el cuadro alegórico se sucede, el Arca, la Virgen, el Dragón, la Ballena, el Cordero con grandes cuernos, etc. Todas estas épocas de la naturaleza se suceden hasta que al final triunfa la luz, el Sol, se produce el gran juicio en que los seguidores de Ormuz se separan de los de Ahriman y llega el reino de Dios, de la Luz. En esta teología zoroastriana el principio del mal aparece bajo la forma de una serpiente, como en la Biblia después, en la mitología griega es Júpiter, quien destruye a Typhon o Typheus.



Así el Dios de la Luz, como conquistador hace entrar a sus seguidores en la mansión de la Luz Eterna, libre del mal, y también dividida en doce secciones empezando por la del Cordero. Todas las producciones de la naturaleza quedan pues bajo la influencia de uno u otro signo, doce tipos de plantas, de animales, de piedras, etc. La distribución de los meses es doce, las estaciones cuatro con tres signos cada una, como cuatro las puertas del cielo apuntando a los cuatro puntos cardinales. Así hay doce vientos, cada uno procedente de un signo, como Eolo tenía doce hijos en Homero. En los hebreos tenemos doce tribus y doce puertas. En Jacob las características de cada uno de sus doce hijos esta de acuerdo con la de cada uno de los signos astrológicos. Simon Joaquita establece doce genios o espíritus de acuerdo con los doce signos. También Psellus en su libro de los genios, los agrupa en cuatro grupos de tres. Clemente de Alejandría en su Ciudad de Dios también se divide en doce partes a imagen del cielo. Luciano describe una ciudad similar para los justos, pero dividida en siete, a imagen de la división planetaria. Los maniqueos colocan a los justos en la rueda celestial dividida en doce partes alrededor de la luz eterna. Todas estas son las ruedas de la visión de Ezequiel.



Los musulmanes describen el universo como una ciudad de doce mil “Parasangas” de circunferencia, con doce mil pórticos, empleando la división milesimal de los persas.



En la mitología nórdica también tenemos una ciudad celestial con doce gobernadores. Allí el Gran Dragón es destruido por Odín, el hijo del Dios Thor. Así vemos que todas las mitologías antiguas son similares al Apocalipsis, o dicho de otro modo que el Apocalipsis cristiano no parece ser  mas que una version regional, no original,  de un mito "solar" comun a todos los pueblos de su entorno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario